Un 18 de enero, hace exactamente 100 años, nació en la provincia de Andahuaylas un niño que, posteriormente se convertiría en el mayor referente de la literatura popular en nuestro país. Nos referimos al gran maestro José María Arguedas.
Por diversas circunstancias del destino se hizo hombre junto al pueblo campesino; los campesinos lo acogieron con la calidez y la bravura que los representa y él jamás se separó de ellos a pesar de la distancia.
José María Arguedas aprendió por experiencia propia lo que sufría el campesino pobre; aprendió a vivir junto a ellos, lloraba como ellos lloran, quería lo que ellos quieren, luchaba como ellos luchan.
Es allí donde el cariño y el amor se convierten en solidaridad y lucha; es allí donde el miedo y la frustración se convierten en coraje y lucha; es allí donde la cólera y el odio se convierten en rebeldía y lucha; allí donde la misma naturaleza se complace en brindar su poder rendida ante el gran poder humano y el hombre lo recibe con respeto y humildad.
Antes de Arguedas, otros escritores trataron de vincular en sus obras al campesino, pero es el gran maestro quien refleja de manera acertada y completa la vida del pueblo que vive en el campo. Llega a comprender su real dimensión sin paternalismo ni demagógicas exclamaciones, sino mostrándonos el gran y verdadero corazón provinciano que es alegre pero llora, que ama y odia, que lucha y vuelve a luchar.
Arguedas nos enseña que la literatura y el arte popular no deben reflejar sólo las penurias y tristezas del pueblo trabajador, no debe dedicarse a ver sólo sus errores y defectos, no debe hacer un espectáculo de la situación de pobreza en que se encuentran; sino, por el contrario, encontrar en todo ello la fuerza que lo impulsa a ser un pueblo grande, un pueblo indomable, un pueblo digno.
Arguedas nos enseña que el arte y la literatura popular tienen que resaltar los valores que sirven para la búsqueda de una sociedad justa y solidaria – ello lo encontró de manera natural en el campesino pobre – y con ello unir a todas las clases sociales oprimidas y de manera conjunta encontrar el camino lejos de esta sociedad equivocada carcomida por sus propios contradicciones.
Arguedas nos enseña con su propia vida la lucha del hombre provinciano por superarse, por buscar una vida digna; pero no es ése un deseo individualista, egoísta y al margen de su clase social; por el contrario, esa búsqueda cobra real sentido cuando luchamos por el bienestar común, cuando los deseos de ser mejor está después de hacer mejor a los demás. Cuando el servicio es antes que el beneficio.
Sin embargo, en los medios de comunicación, en las escuelas, en las universidades, los críticos literarios y otros fieles a sus condiciones acomodadas en esta sociedad no buscan resaltar los aportes del gran maestro a la literatura popular y al pueblo en general; quieren ocultarlo, desfigurarlo y apropiarse de su prestigio. Por el contrario, buscan crear falsos ídolos en el pueblo como es el caso del escribidor Mario Vargas Llosa, pues su premio Nobel representa el premio Nobel de la morbosidad, de la prostitución, de las injusticias, no le trae ningún aporte para el pueblo peruano ni para los pueblos olvidados del mundo; es decir escribidor de los ricos.
La lucha del pueblo peruano, su sufrimiento, su cólera, su frustración, el amor solidario y tierno, etc. Son recogidos por las clases dominantes –a través del arte y la literatura y de los diferentes medios de comunicación que ellos difunden- y y desfigurados o mostrados para motivo de lástima y burla. Utilizados como forma de negocio – pues la lástima, la caridad y la burla son formas de negocio- y con ello buscan destruir la conciencia de clase que la misma realidad nos empuja asumir.
José María Arguedas vé en el pueblo campesino la fuerza principal para transformar nuestro país; enceuntra en él una fuerza inagotable llena de vida- la cultura andina- que históricamente significa la verdadera historia del Perú real, del Perú negado, el cual se encontrara consigo mismo y se unirá – como aquel mito del Inkari- y echará de sus tierras a las gentes de mal corazón y sembrará una nueva vida llena de armonía.
Es como si un río empezara su creciente..[..] mi conciencia sólo tiene en cuenta lo que mi voluntad le ordene (Todas las sangres)